miércoles, 24 de noviembre de 2010

006 Llegan las angustias


Y una noche, a las cuatro de la madrugada, ese momento en que tan a gustito se está en la cama, aparece el primer vómito. ¡Qué sueño!. ¡Con lo bien que estaba yo!.
-          Me encuentro fatal. Vamos a urgencias.
-          Pues bueno”. (“pero si debe ser algo normal”, pienso para mis adentros).
Tenemos que llevar a nuestra sobrina a casa de sus padres, que estarán a punto de levantarse para ir a trabajar. A ver si el médico la calma. La niña se asusta mucho. La abuela vomitaba antes de morir de cáncer. Intento tranquilizarla. Casi se pone a llorar.
Llamamos a mi cuñada. “Se encuentra mal. Vamos a ir al hospital. Os llevamos a la niña”. Ahora su madre tendrá que buscar quien la puede tener y llevarla al cole.
Nos acercamos al servicio de urgencias del ambulatorio. Aparece por el pasillo una mujer con bata que seguro que estaba durmiendo. Pasamos a la consulta y con oír las primeras palabras ya tiene su diagnóstico. “Tienes un virus intestinal”. ¡Sorprendente!. ¡Eso si que es ser profesional!. La escucha un poco más porque siente que es su deber como médico y la gente se queja de lo deshumanizada que está la medicina y el trato que se da a los pacientes. Finalmente confirma su diagnóstico, pero se decide a palparle el abdomen para darle mayor tranquilidad y seguridad. “Yo no puedo hacer nada más”. “Es tan pequeño aún que no es ni una lenteja”. “Si te parece que te encontrabas mal, espera que no sean los vómitos del embarazo”. “Yo no puedo hacer nada más”, vuelve a repetir. Se percibe esa mueca que dice: “es algo normal, que no eres la primera mujer embarazada de la historia”. “Ya verás lo que te espera”.
Me parece una niña, tan frágil, tan voluble, tan ilusionada, con tanto miedo. Me gustaría poder estar a su altura, darle lo mejor de mí, comprenderla, ser un buen padre. Temo fracasar en todo esto. “Mañana ve a tu médico de cabecera”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario