martes, 21 de diciembre de 2010

027 Comunicándolo a la familia

El pasado domingo fue el cumpleaños de mi mujer. Quisimos aprovechar la ocasión como excusa para juntar a toda mi familia y darles la noticia personalmente, aunque todos estaban ya al tanto porque lo comunicamos por correo electrónico y por teléfono o quizá también lo sabían a través del propio “blog”. Pero queríamos hacerlo “de manera oficial” diciéndolo personalmente y a la cara.

No salió todo lo bien que me habría gustado.

Por el momento sólo lo habíamos dicho a mis padres, mi hermano y sus hermanos. Quedaba pues toda mi familia, dado que a ella poca familia más le queda o guarda relación. Yo aún habría demorado un poco más el encuentro hasta que dentro de unos días le hagan la primera ecografía y quizá poder dar algún detalle más. Pero bueno, el cumpleaños estaba ahí y retrasarlo demasiado tampoco me parecía muy adecuado, y menos después de publicarlo hasta en Internet.

Nos sentimos un poco violentados y como extraños en nuestra propia casa. En realidad todos lo sabían y yo no encontraba el momento o la manera de decir lo que todos conocían. Ella tampoco dijo nada. Al fin y al cabo era mi familia y con la suya también lo habíamos hecho, pero sin duda fue muy diferente. Todos se volcaron en sus propias conversaciones o centrando las atenciones sobre los miembros más jóvenes de la familia. Así que yo no supe como introducir la noticia. Lo cierto es que se habló más del pudin de manzana que había preparado para la ocasión, que del estado de mi mujer, hasta que a una de mis tías se le ocurrió decir “bueno, ¿cuando lo vais a decir?”. Aquello me acabó de descolocar y no pude decirlo de la manera en que quizá cabía esperar. Al final todos se fueron desfilando de la misma manera que habían entrado.

Parece que cuando las relaciones familiares no son fluidas y están distantes, nadie se conoce lo suficiente o tampoco existe la confianza necesaria o el clima de afecto y comunicación necesario para que haya calidez y todo resulte más fácil. Pero en fin, me consuela saber que como siempre he sido el “rarito de la familia”, todo me está permitido, porque efectivamente para ser “raro”, debo afianzar el concepto que se forman de mí quienes en realidad poco me conocen (yo tampoco puedo decir que los conozco a ellos).

Sin duda debo ser más tolerante y comprensivo; menos exigente y acercarme más a ellos, aunque si esto no se ha estimulado desde pequeños, ya no nace y también resulta más difícil cultivarlo. Lo mismo sucede a la inversa. Pero bueno, después de todo, nos juntamos, merendamos, se pasearon y sin duda algo más de que hablar daríamos.

Finalmente, con algo que alimenta mis turbaciones me quedé: “con que esté todo bien...”.

 

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