domingo, 1 de mayo de 2011

080 Un beso

El otro día caminando por la calle, nos encontramos a mi hermano con sus dos hijos que iban a esperar que su madre acabase del trabajo para dar una vuelta. Mientras esperábamos, tuve que sostener a su hijo menor, de unos nueve meses y mi mujer no para de reírse cada vez que me ve con un bebé en brazos porque parece que no sé bien cómo cogerlo. Lo cierto es que ella, al trabajar en una guardería, debe estar bien acostumbrada y ya los cogerá con total soltura y si miedo, como quien maneja sacos de patatas. Supongo que se aprende gradualmente a coger un bebé que va creciendo poco a poco y quizá no sean tan frágiles o delicados como me lo parecen. He de decir que hasta el momento, pocos niños pequeños han pasado por mis brazos. Siempre he tratado más con niños de más de cinco años. Los más pequeños me parecen tan frágiles o tan poco interactivos, que me siento ridículo o que no pueda hacer nada más que tonterías con ellos.
Lo cierto es que el muchachito a pesaba lo suyo y no debe ser lo mismo cogerlo desde recién nacido que vas acostumbrándote gradualmente a cogerlo y a su peso, que se va incrementando, que directamente pasarte uno que ya pesa lo suyo. Pero una vez más, me sorprendió esa ternura que me suelen despertar los niños y que esta vez me llevó a darle un beso mientras lo sujetaba sin apenas darme cuenta de lo que acababa de hacer. Hasta ahora había experimentado enormes deseos de abrazar a mi sobrina, especialmente por parte de mi mujer. Si con los hijos de otras personas puedo llegar a experimentar eso, no quiero ni imaginarme lo que puede despertar un hijo propio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario