martes, 12 de julio de 2011

109 Tic-tac

Hemos pasado a una habitación del paritorio en la que le han vuelto a colocar dos sensores, que son los famosos monitores. Uno mide los movimientos del bebé y otro las contracciones. "Esta más verde...", ha vuelto a decir la médico. Una matrona de carácter amable y apacible, nos ha explicado que vamos a ir viviendo a lo largo del día, dado que el parto inducido ha de estar completamente monitorizado.
Primero le han introducido "a pelo y hasta el fondo" una "banda", que no es otra cosa que una gasa impregnada en algún tipo de sustancia que iniciará las contracciones. Es posible que con esto ya se pudiese iniciar el parto por si sólo.
De no iniciarse, mañana le pondrán un suero con oxitocina, que con eso, según dicen, las contracciones serán seguras y hay más probabilidades de que el parto se produzca por si sólo, aunque no por ello deje de ser necesaria la cesárea, que si ha de haberla, la habrá.
Después le han buscado las venas para ponerle una vía. Han empezado pinchando el brazo izquierdo. Una vez y nada. Han tenido que volverle a pinchar un poco más arriba para intentar ponerle la vía en el mismo brazo. No ha habido suerte. Han tenido que pincharle el otro brazo, que tras escaparse un pequeño chorro de sangre, por fin ha podido conectar la vía. Yo estaba al lado, presenciando la escena sintiendo pena por esta tortura y cuanto le espera. El calor se hace notar. Empiezan a caer las gotas de sudor por mi frente. Menos mal que mi mujer ha traído un abanico, que no creo que acabe soportando el trajín al que voy a someterle. Sólo espero que no me dé ningún golpe de calor o mareo que me lleve a desplomarme, porque no me he traído el casco.
Las horas pasan en esta habitación en la que la máquina a la que está conectada emite los latidos del corazón de la niña y que junto con la tenue luz, nos envuelven en un clima de sopor.

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