martes, 19 de julio de 2011

124 Emociones

Dicen las mujeres que de parir nadie se muere, pero creo que podría asegurarse que morir no duele tanto como parir.
Aún me hiere oír en mi mente el sonido desgarrador de los tres tijeretazos que le dieron a mi mujer para ensancharle la puerta ante la llegada de la niña, casi hasta el punto que me haría un torniquete en el pene para no dejarla embarazada nunca más. Verla sufrir de ese modo fue una de las experiencias más dolorosas de mi vida.
Pero también recuerdo con lágrimas el maravilloso momento en que mi mujer le tendió los brazos para darle la bienvenida nada más salir y se la puso en el pecho. Los dos nos pusimos a llorar de felicidad abrazándonos y besándonos. Sin duda fue el momento más emocionante e increíble de nuestras vidas.
Verla dormir sobre mi pecho desnudo, también resulta igualmente satisfactorio y gratificante. Me cae la baba hasta el punto de que nuevamente quisiera tener más hijos.
Son a la vez emociones contrarias en las que se cruza el dolor y la felicidad.
Pero si acaso aún nos quedase algún atisbo de morriña, siempre podemos adoptar o acoger otros niños y así darles la oportunidad de conocer o vivir una vida diferente, cosa que tenemos claro y con la que seguiremos adelante tras haber sido aceptados como "familia educadora".
Por otro lado, me parece injusto y envidiable que sólo la mujer tenga pechos, además de la responsabilidad y fatiga que recae exclusivamente sobre ella, que se pasa el día conectada a la niña, creando ese vínculo tan especial del que sólo gozan las mujes, claro que lo suyo tienen que pasar.
Ahora me estoy pasando estos primeros días en una "duermevela" contante por las noches y de chacha o gestor por el día, cocinando, poniendo el lavavajillas, la lavadora, tendiendo, haciendo de asistente personal de mi mujer, cambiando pañales, sacando al perro, haciendo trámites burocráticos... Una vez más, soy el último mono, un "pringao" más de la vida, que tras pasar por el aro del matrimonio, se ve arrastrado igualmente hacia la paternidad. Todo el mundo dice que matrimonio e hijos son dos cosas en las que mejor no meterse, pero en las que todos se aventuran. Para mi, ambas cosas son una de las mejores experiencias por las que merece la pena vivir.

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