martes, 23 de agosto de 2011

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Ayer nos encontramos con una chica que acudía a las clases de preparación al parto y que había sido madre casi un mes antes que mi mujer. Nos habló de su experiencia en una prestigiosa clínica privada en materia de parto. Esperaba tener un parto maravilloso, natural y no fue así, aunque la atención recibida y el hecho de que incluso su marido pudiese estar en la cesárea, o disponer de una habitación individual con cama para el acompañante, dijo que bien merecieron el desembolso que todo supuso.

Nos comentó que su hijo no se había cogido al pecho y su pediatra le estuvo insistiendo con vehemencia. El hecho de intentarlo repetidamente, lejos de ser la experiencia maravillosa de la lactancia de la que muchos hablan, fue todo un tormento, tanto para la madre como para el hijo, que no conseguía aumentar de peso, lloraba constantemente y a ella también le producía dolor y gran preocupación. Hasta que finalmente se decantaron por el uso del biberón y esto resultó todo un éxito. Dejó de llorar. Empezó a coger peso y no tuvo ningún cólico, cosa que se dice que al amamantarlos del pecho, los cólicos son menos frecuentes, y no así con el biberón.

Tras la actitud del pediatra, optó por no decirle que le estaban dando biberón y en la siguiente consulta, este le dijo “ves como ha sido posible”, convencido que finalmente se había cogido bien al pecho y estaba ganando peso gracias a alimentarse únicamente del pecho de la madre.

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