Hace poco nos fuimos de viaje con la niña. Resultó más difícil conseguir la cita para el DNI o el pasaporte, que todo el viaje en sí. Hay que anotar que se portó muy bien, tanto en el autobús, como en el tren y también en el avión. ¡Para que digan que con niños ya no se puede hacer nada!. Eso sí, como nos llevamos lo estrictamente necesario, prescindimos del carro y de la cuna de viaje y así íbamos con ella a todas partes en brazos, incluso dormía en la cama con nosotros.
Se fijaba en todo. Le encantaba ir mirando cada lugar o incluso ofrecía su sonrisa a todo aquel que le dedicaba su atención y algunas palabras en lenguas desconocidas. Igualmente se acostumbró muy bien al cambio horario, pero los problemas empezaron a surgir tras la vuelta a casa. Dejó de querer dormir sola en la cuna. Si antes le gustaba poco el carro, ahora aún le gustaba menos y con la vuelta al horario habitual y coincidiendo también con el cambio al horario de invierno, se vinieron abajo todas las rutinas y llegaron nuevos berrinches, especialmente para dormir.
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