jueves, 4 de agosto de 2011

135 La llegada de las palomas

Cada día y cada noche doy largos paseos con ella sobre mi hombro para tratar que eructe y muchas de las veces, con el esperado eructo, acaban saliendo también regurgitaciones de leche, convertida ya en tropezones de queso blanco, que me acaba chorreando por la espalda y cayendo en el suelo como cagadas de paloma. Tengo ese olor de leche agria impregnado por todas partes, y que incluso, me parece seguir oliendo una vez salido de la ducha.
Por si fuera poco, mi mujer se pasea buena parte del aire en "topless" para que se le aireen las... y porque buena parte del tiempo ha de ir enchufándose la niña, así que cual vaca de ubres a rebosar, sus pechos empiezan a gotear para indicar que la niña ha de mamar.
Así que las manchas de leche y requesón, junto con lo que puedan arrastrar las zapatillas, llenan el suelo del piso como si fuese una casa abandonada por la que libremente anidan los pájaros, defecando por doquier y que una vez más, me convierten en una empleada doméstica.

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