Ginecólogos
parece que hay tantos como tipos de setas. En el primer embarazo
fuimos a dos visitas del ginecólogo privado, un chico que fue
compañero de clase mío. Lo cierto es que pica el bolsillo ir a una
consulta de estas y para lo que se pagó, además teníamos que
llevar nosotros el DVD. ¡Para cagarse! La primera vez el chico se
tomó su tiempo y bien, pudimos ver más que en las ecografías del
sistema público de sanidad, averiguamos el sexo del bebé, y nos
quedamos tranquilos al saber que todo iba bien.
“Nos
recetó” una serie de visitas programadas según las etapas del
embarazo, pero por cuestión de presupuesto, sólo fuimos a otra de
las últimas, con la que ya no nos causó la misma impresión que en
la segunda visita.
En
esta ocasión, unas amigas de mi mujer le hablaron muy bien de otro
ginecólogo. Hemos probado el cambio y no tiene nada que ver, aunque
eso sí, la espera aún se hizo más larga si cabe que con el otro
ginecólogo inicial. Los dos salimos verdaderamente encantados de la
consulta por el trato, la información, los detalles, la calidez de
la voz, la secretaria y la atención (en esta nos daban el DVD,
aunque el precio de la visita era cinco DVD’s más cara que el otro
ginecólogo). ¡Yo me habría ido a vivir con este hombre!
Pero
pensando un poco más, ambos ginecólogos trabajaban en la sanidad
pública y tenían consulta privada hasta adentrada la noche. ¡La
pasta que deben ganar! Y además, no nos dieron ni una factura, ni un
recibo, ni una simple nota. ¡Dinerito negro al bolsillo! Y ahí, el
estado dice que quiere acabar con el dinero negro, se sabe de este
tipo de consultas y hacienda no mete las narices. Y ahora tu a pagar
religiosamente, con todos los ingresos bien detallados y sin demora.
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