Hasta hace poco, no le había escuchado decir nada bueno a mi mujer sobre la experiencia del embarazo. Todo eran náuseas, dolores, incomodidades, angustias, aumento de peso, insomnio, apetito incontrolable… Pero el otro día por fin manifestó que le gusta sentirse al bebé moviéndose en su interior, aunque a veces parece que le da unas patadas que llegan a ser dolorosas.
Pero lo que más me atrae, es verle ahora esa ilusión que ha surgido tras la nueva ecografía, dado que con una pequeña foto borrosa en la que a penas parece que pueda distinguirse algo a simple vista, la va enseñando a todo el mundo y les ha hecho copias para repartirla, porque se distingue el rostro de la niña.
¡Ya dice que si tiene mi nariz y mis pies!.
Ha puesto también la ecografía en un portarretratos, sobre una de las fotos en la que estamos los dos juntos. Admito que queda algo extraño, pero bueno, quizá se deba a las ganas de verle ya la carita a la niña.
Me parece la mujer más tierna y dulce del mundo y me sigue teniendo hechizado y enamorado, tanto o más que el primer día.
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