miércoles, 8 de diciembre de 2010

016 Dueños de los hijos

Al haber iniciado los trámites para ser familia educadora y poder acoger a algún menor, nos han presentado otras realidades muy diferentes: niños desatendidos, otros maltratados y muchos de ellos también abandonados.
Es curioso el mecanismo de la vida. Unos desean ser padres y no pueden. Otros no lo desean y actuando de manera inconsciente, los tiran al mundo sin proporcionarles lo necesario para un correcto desarrollo, uniendo eslabones a una misma cadena de miserias.
Así se necesita un carné y un seguro para conducir un coche, unos estudios universitarios para diseñar casas, o atender animales; también se necesita experiencia para acceder a determinados trabajos, pero sin embargo, parece que cualquiera puede ser padre o madre. No se necesita ninguna formación, ninguna preparación, ninguna experiencia, ningún ambiente familiar adecuado, y a veces, ni tan siquiera se necesitan ganas para ser padre o madre.
Citando un párrafo encontrado en la guía que nos dio la comadrona: "Ser madre, madre auténtica, es haberlo deseado con ilusión, es querer al hijo antes de que nazca, es dar a luz pensando en lo que el parto supone para él, es ayudarle a nacer; significa también algo difícil de aceptar: que el hijo no es de su propiedad, sino una responsabilidad que ha adquirido; significa que en el futuro ha de saber desprenderse de él, pero antes debe protegerlo, educarlo, formarlo como ser humano consciente, equilibrado y feliz. En definitiva, prepararlo para una correcta integración social y una vida autónoma. Junto a la función de protección de la "trama afectiva", la madre debe saber desempeñar más adelante la función inversa, la liberadora, tendrá que saber "liberarle".

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